martes, 5 de marzo de 2013

Que es la Moneda ?


La moneda, un invento de la gente que los bancos centrales monopolizaron



Tamaña responsabilidad tendrá un correlato en la suerte inflacionaria de los próximos meses. Invento genuino del mercado y no de los gobiernos, la moneda ha recorrido un largo camino hasta nuestros días. Aquello que comenzó sencillamente como un trueque y que luego evolucionó resumiéndose en una sola clase de mercancía a la que todos le asignaban valor (la sal era el “salario” para los chinos) con el tiempo derivó en el más brillante y encantador de los medios de intercambio: el oro. Fue, durante muchísimos años, el producto más aceptado como instrumento para la compraventa. Sin embargo, lo que en algún momento fue oro en la mano, monedas de oro portables, después se transformó en oro dado en depósito en el tesoro de algún banco de confianza. 

Esto muy pronto dio lugar a transacciones que evitaban el uso del “oro físico”, y que en cambio utilizaban un recibo “de papel” que el banquero custodio del oro le daba a la persona que hacía el depósito. De ahí al papel moneda hubo nada más que un paso.
Fue algún tiempo antes que las monarquías tomaron el control del sistema monetario. Y bastante después, que los gobiernos, a través de los bancos centrales, tuvieron el monopolio sobre este sistema.
Sin embargo, a través de los siglos, la moneda fue siempre una mercadería que estuvo en función de las necesidades y certidumbres de la gente, el mercado. Este pragmático uso de la moneda tenía como contrapartida la asignación de un valor colectivo. Poco importaba quién se atribuyera el control del sistema en su conjunto. La moneda, la quintaesencia de ese sistema, permanecía siempre ligada a la gente que la utilizaba para comerciar.
¿Importa hoy la cantidad de reservas que tiene un banco central como variable vital a la hora de asignarle un valor a la moneda? Desde el punto de vista técnico parecería que no es necesario que la masa de dinero circulante esté respaldada con reservas. En rigor, si hay confianza en quien maneja esas reservas, de poco sirve tener más o menos. Porque, a ver: si la cantidad de reservas fuera relevante, hoy el peso argentino y el dólar australiano deberían tener una evolución parecida. Es que mientras el BCRA ya se acerca a los 
u$s 50.000 millones de nuevo, el Central australiano cuenta apenas con u$s 36.500 millones en sus reservas.

Siempre en un marco de confianza por el país y las instituciones, hoy el valor de la moneda ya no depende del oro guardado en las cajas. Ni siquiera del monto total que tengan acumulados en billetes, bonos, acciones, y otras inversiones, las entidades rectoras de cada país. Hoy, la gente le asigna un valor a la moneda de acuerdo a la confianza en el emisor y, sobre todo, de otros aspectos tan o más importantes que el oro: calidad institucional, confianza en las instituciones políticas, transparencia, confianza en el sistema jurídico y en la fortaleza económica.

Lo que hoy está en discusión es si Marcó del Pont va a cuidar los ahorros y salarios del público o si va a dar lugar a una inflación que cercene el poder de compra. El truco es viejo: las grandes inflaciones de la historia, como la del emperador romano Diocleciano y la del rey Enrique VIII, fueron causadas por esconder metales de baja calidad en monedas de oro acuñadas en la órbita real y, desde la aparición de los billetes, por imprimir demasiados, muchos más de los realmente necesarios, algo que redunda en la baja aceptación de esa moneda. 
Lo que haga o deje de hacer Marcó del Pont, marcará el bolsillo de los argentinos. En rigor, los controles cambiarios están ahí para que el BCRA pueda comprar dólares con sus pesos mientras el ahorrista se esmera en conseguir la validación de la AFIP. Con las reservas a disposición, es probable que el Gobierno podrá contar con los dólares necesarios para pagar deudas y cubrir las importaciones energéticas, sin que ello implique tener que devaluar el peso de forma más acelerada. Pero difícilmente uno pueda sostener que de esta forma “se recupera la soberanía monetaria”. Para ello hace falta que la gente deje de pensar al dólar como la moneda de reserva de valor.

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